2010-05-11

Se Desean Nuevos Brazos y Abrazos

No es la primera vez que despierto a media noche en esa cama. Creo que por acá no lo he contado pero con frecuencia me encuentro en una enorme cama sin copete ni pies, alta por los 4 o 5 colchones que seguro debe tener y cubierta de varias capas de sábanas perfectamente blancas y grandes almohadas, suficiente para tener el más confortable de los sueños. Alrededor no hay mueble alguno y las paredes tienen amplios y cristalinos ventanales que dejan pasar la luz del sol durante todo el día y en las noches permite apreciar desde la comodidad de mi cama decenas de brillantes constelaciones.

Esta vez no estaba yo solo como suele ocurrir… Estando yo acostado de lado, con mi rostro viendo hacia mi derecha, mis ojos se dieron cuenta de una segunda persona en frente de mí. Era un varón de lindas facciones, con un rostro relajado, se encontraba despierto mirándome cálidamente. Sus ojos se movían ligeramente detallando su alrededor y volviendo siempre de nuevo a mi rostro y se le escapaba de vez en cuando una ligera sonrisa. Su brazo derecho descansaba sobre su cuerpo también de lado y con el izquierdo sobresaliendo de su almohada ligeramente se acariciaba su cabello. El chico vestía solamente Jeans y no se encontraba arropado como yo. Por lo general ese cuarto es muy frío y en ese sueño no sería la excepción.

Tenía mucho frío y el chico se veía allí tan cómodo, sin muchas prendas que le dieran calor, estando a menos de 1 metro de distancia quise acercarme y abrazarlo y que me diera un poco de su calidez. Bastó mi primer movimiento para que el chico mostrara esta vez una sonrisa más risueña y se acomodara de igual forma para acercarse a mí. En pocos instantes ya mis brazos estaban al alcance de su espalda y los de él a la altura de mi rostro. De repente sentí otra presencia bajo las sábanas, un calor estaba cerca de mi espalda y unos brazos me sujetaron desde atrás agarrándome por el pecho y abdomen. Eran unos brazos fuertes y conocidos pero a la vez incómodos. No hice fuerza para desprenderme pues me había quedado como en shock ante la situación. El chico de mis ojos se había relajado nuevamente, su sonrisa ya no era tan prominente pero allí aun estaba él como en el principio detallándome y arqueando de vez en cuando sus labios como en señal de que le agrada verme.

No pasó mucho tiempo para que me despertara y abandonara mi soñada cama con el chico soñado. Hubiera querido que esos brazos incómodos no hubieran aparecido, hubiera querido luchar contra ellos y zafarme, hubiera querido que el chico no se hubiera detenido y me hubiera ayudado a zafarme.

Quiero pertenecer a unos nuevos, sinceros, alegres y cálidos brazos.

2010-01-19

La noche de los recuerdos (El Susto, La Alegría y La Tristeza)

De repente todo alrededor me pareció tan familiar y a la vez extraño. Me encontraba en lo que parecía una habitación cuadrada con paredes muy blancas y un suelo en el cual mi imagen muy borrosa se reflejaba, frente a mi había una puerta y los lados habían muebles y mesas, todos con adornos de vidrio. No sé cuánto tiempo duré de pié en el centro del lugar observando mi alrededor tratando de recordar. Todo se veía tan grande y eso que hasta donde recuerdo, yo soy, o era, más alto que una lámpara de piso.

Traté de moverme de donde estaba y recorrer el lugar pero mi cuerpo no obedecía, sólo mi cabeza y mi mirada era lo único que podía mover. Traté de articular palabras y mis labios no se movieron. Escuché el sonido de unas puertas metálicas que me pareció tan familiar. Eran de ascensores, de eso estaba seguro y posteriormente alcancé a escuchar el sonar de un juego de llaves.

Mi cuerpo empezó a moverse con rapidez y pronto estuve a pocos centímetros de la puerta que tenía en frente. Mi brazo se alzaba lo más que podía por alcanzar la manilla pero no llegaba. Entonces allí sentí el Deja Vú, recuerdo ese día de mi niñez, fue cuando me di cuenta que como niño estaba creciendo porque cada vez que trataba de abrir esa puerta estaba más cerca de alcanzar la manilla. Empecé a recordar todo y esperaba aquel grito de mi mamá corriendo asustada a levantarme antes de que mi papá abriera como de costumbre la puerta con fuerza y me golpeara tirándome al piso, ya había pasado antes cuando era aún más pequeño. “¡Hijo!” y mi mami llegó y me levantó con tiempo y papá como siempre con fuerza la puerta abrió.

La escena se volvió a blanquecer y poco a poco todo empezó a desaparecer, primero los muebles, luego las paredes, luego papá y por último mi mamá. Me sentí suspendido en el vacío por un momento y a lo lejos empecé a escuchar esta canción en inglés que se me hacía tan fácil comprender.

“Heal the world. Make it a better place” - cada vez se escuchaba más fuerte y escuchaba mas tonos de voces “for you and for me and the entire human race” – luego empecé a escucharme a mí mismo y sentí que mis labios se movían articulando las palabras que seguían – “there are, people diying…” – y mientras ellos seguían moviéndose y mi cerebro se inundaba de ese sonido mi mente trataba de recordar que momento era ese. Poco a poco comenzó a formarse un salón muy parecido al anterior y a mí alrededor empezaron a aparecer niños cantando en coro la melodía.

Dos de esos niños eran un primo y una prima mía y en el frente estaba esta señora blanca con muchas pecas en sus brazos y rostro y cantaba con nosotros. Mis brazos hacían la coreografía que la teacher Jane hacía y mientras cantaba sentía una inmensa alegría. Sentía que cantaba en el aire, no veía más que a mis compañeros y mi maestra, la canción se acercaba a su final y un suelo verde y sillas empezaron a materializarse, comenzó a oler la fresca grama sobre la cual nos encontrábamos de pié y las sillas empezaron a llenarse de personas, en su mayoría mujeres, aplaudiendo al unísono. Parecía que me encontraba esperando ese momento, mi mirada fue directo donde ella se encontraba y luego de hacer la reverencia de “Gracias” al público salí corriendo en búsqueda del abrazo y beso de mi amada madre.

Esta vez todo se desvaneció muy rápido de nuevo y mí alrededor empezó a oscurecerse y los aplausos y risas con rapidez se callaron. Pronto estuvo todo negro y la única luz era una especie de línea de luz tenue que apreciaba a lo lejos.

A diferencia de lo que ya había pasado, sentía esta vez el control total de mi cuerpo. Mi garganta estaba seca y tragaba saliva con la finalidad de aliviarla, mi vista ardía y parpadeaba con frecuencia tratando de hidratarla. Una brisa muy fría me golpeaba desde distintas direcciones. La situación en ese lugar me estaba empezando a incomodar y decidí acercarme un poco más hacía ese poco de claridad.

Con cada paso que daba, algo rectangular empezaba a ver con mayor detalle, era otra puerta (aunque parezca un cliché). Cuando estuve bastante cerca del marco me detuve un momento y subí la mirada y no logré ver fin a la parte superior; por arriba de la manilla todo empezaba a oscurecerse y se mezclaba con el negro que rodeaba la escena. No pensaba quedarme allí un rato más, tampoco tenía idea de que habría tras la puerta pero la única manera de averiguarlo era abriéndola.

No lo pensé mucho y así hice pero me sentí decepcionado al ver más oscuridad, no me esperaba eso ¿Dónde estaba la luz tenía que veía hace rato? Crucé el marco y aún con la puerta abierta dejé de sentir la brisa fría golpear. Caminé un poco con la esperanza de encontrar algo más y llegó el instante en que con cada paso que daba, algo se materializaba cada vez más en frente. Era una cama y en ella había alguien sentado. Me detuve un rato y pude escuchar un pequeño sollozo que me erizó la piel de inmediato.

Un hijo siempre podrá reconocer las lágrimas y sonidos de tristeza de su madre. Aún sin el sentido de la visión y oído, un hijo siempre podrá sentir el dolor que su madre puede estar viviendo por algún motivo que la haya robado la alegría. Ella elevó su rostro lleno de lágrimas hacia mí y dejó ver entre sus manos lo que parecía ser un estúpido diario que durante mi adolescencia escribí y nunca tuve el valor de botarlo. Ella lo había encontrado, y me dijo entre sollozos ¿Por qué hijo?... Rompí en lágrimas y le respondí “Tu no hiciste nada malo mami” Y ella solo repetía dijo ¿Por qué mi hijo? Y cada vez que lo decía más me dolía y mas lloraba… Decidí, como un cobarde, despertar y con mi almohada húmeda esperé el amanecer con mi mente en blanco, me prohibí recordar…